Los riesgos y las oportunidades de la deslocalización virtual
La pandemia terminará pronto, pero los cambios culturales que ha provocado seguirán dando forma a la economía durante los próximos años. Entre ellos, la normalización del trabajo a distancia es uno de los más importantes. El experimento de teletrabajo masivo forzado por el gran cierre rompió muchos mitos sobre lo que puede lograr una fuerza de trabajo remota. Ahora que el teletrabajo permanente ha dejado de ser un tabú, los empresarios se verán cada vez más tentados a contratar talentos del teletrabajo en los países en desarrollo. Muchas economías emergentes se están poniendo rápidamente al día en materia de educación y desarrollo tecnológico; sin embargo, los costes laborales siguen siendo inferiores en un orden de magnitud. Cada vez se realizará más trabajo de oficina en el mundo en desarrollo y luego se exportará inmaterialmente a países más ricos a una fracción de su coste nacional. Esta tendencia a la "deslocalización virtual" está impulsada por fuertes incentivos financieros. Por ejemplo, las empresas de un país como Francia reducirían los costes laborales en un 7% si 1 de cada 4 puestos de trabajo teletrabajables se deslocalizara virtualmente. Coface estima que el número total de puestos de trabajo teletrabajables en las economías de renta alta es de unos 160 millones. A su vez, el número de teletrabajadores potenciales en las economías de renta baja y media se acerca a los 330 millones.
Para los países ricos, la deslocalización virtual a gran escala podría convertirse en una fuente de riesgo político. Las presiones de la competencia global pueden provocar ansiedad económica entre los trabajadores de servicios de cuello blanco, alimentando la polarización política. Para las economías emergentes, la deslocalización virtual puede convertirse en un pilar de su modelo de desarrollo.
Para destacar los países con potencial para convertirse en centros de deslocalización virtual, utilizamos un indicador basado en criterios como el capital humano, los costes laborales competitivos, la infraestructura tecnológica y el clima empresarial. Las economías con bajos costes laborales y grandes reservas de teletrabajadores potenciales (como India, Indonesia o Brasil) parecen bien preparadas para seguir este camino. Lo mismo ocurre con los países con un capital humano y tecnológico relativamente fuerte, como Polonia. Aunque China y Rusia serían, sobre el papel, destinos ideales para la deslocalización virtual, las crecientes tensiones geopolíticas y de ciberseguridad con Occidente serán un obstáculo importante.
Durante las últimas décadas de la globalización, la deslocalización de la actividad industrial y el aumento de las cadenas de suministro globales fue uno de los principales motores del crecimiento de la productividad. Sin embargo, en los últimos años, las ganancias de productividad derivadas de la reubicación de la actividad industrial parecen estar ahogadas.
Con la deuda corporativa disparada en 2020, las empresas tendrán más dificultades que nunca para ser competitivas en costes. Una opción será intensificar la deslocalización de los servicios y las actividades intensivas en conocimiento a países con menores costes laborales. Esta tendencia no es nueva: países como India o Filipinas son ya centros de deslocalización de las TIC y los servicios empresariales. Lo que ha cambiado, sin embargo, es la ubicuidad del trabajo a distancia. De hecho, hasta el 40% de la población activa de la UE realizó algún tipo de teletrabajo regular durante el primer aislamiento en el segundo trimestre de 2020. Con los directivos sorprendidos favorablemente por la productividad de su personal a distancia, las actitudes empezaron a cambiar rápidamente. Aunque "si se puede hacer desde casa, se puede hacer desde el extranjero" es seguramente una exageración, las empresas se sienten cada vez más atraídas por la idea de una plantilla virtual parcialmente globalizada. En una muestra de 330 grandes empresas estadounidenses, el porcentaje de organizaciones dispuestas a contratar trabajadores remotos con base en el extranjero a tiempo completo se disparó al 36%, frente al 12% anterior a la pandemia. Por lo tanto, es probable que las empresas contraten cada vez más mano de obra cualificada de cuello blanco en el Sur Global gracias a la innovación digital, un argumento que ha esgrimido sobre todo el economista Richard Baldwin. El fenómeno de la deslocalización virtual (o "telemigración", como lo llama Baldwin) no necesita convertirse en la norma para tener importancia macroeconómica, ya que sólo tiene que implicar una parte suficientemente grande del trabajo que se realiza actualmente en las economías de renta alta.