Frente a la globalización del mercado del vino, Europa se tuerce pero no se rompe
El consumo europeo de vino ha disminuido estos últimos años, a imagen del de Francia que fui dividido por 3 en 50 años. Al contrario, crece en las otras regiones, gracias sobre todo al consumo de las familias de las dos primeras economías del planeta que son Estados-Unidos y China. Esta última pasará a ser el primer consumidor mundial de vino en 2030 (delante de EE-UU y Francia) y contribuirá al crecimiento de este sector en los 15 próximos años.
Aun así, la producción aumenta nuevamente desde hace 5 años en ciertas regiones. Es el caso para une parte de Europa, especialmente en España y, en menor medida en Italia. Nos encontramos con la misma tendencia en África del Sur, Australia, en EE-UU o incluso en Chile, países en los cuales emergen los actores que producen estos famosos “vinos del nuevo Mundo”. En Europa, frente a esta diferencia cada vez mayor entre la oferta y la demanda, los actores europeos buscan mercados apropiados en el resto del mundo, pero este nuevo contexto internacional tendrá efectos distintos según los países. Si la calidad francesa sigue siendo reconocida a través del mundo, el modelo español, basado en una producción masiva con respeto a las superficies cultivables, parece ser vulnerable a la nueva competencia internacional.